Continuación de mi historia.
El amanecer del terror.
Todo empezó durante el periodo de la faculta de medicina por allá de la década de 1930, cuando conocí a Herbert West, un prominente futuro doctor; con un coeficiente intelectual de los más altos de la facultad [de momento me es imposible decir cuanto era], de igual modo, era uno de los estudiantes más guapos de la facultad [1.80 de altura, pelo negro, ojos grises y tes moreno – clara] y entramos ese mismo año a la facultad, pero, el gran defecto que Herbert tenia era que, era mucho muy serio y reservado en cuanto a sus pensamientos.
Desde el comienzo de nuestra amistad, quede dominado por varios factores de su personalidad, como por ejemplo, como utilizaba la retorica cuando exponía un tema, la sinceridad de sus ideas en cuanto a diversos temas, entre otros varios, pero, principalmente fue un sentimiento de asombro y de respeto hacia sus ideas acerca de la vida y de la muerte, y de que se puede llegar a revivir a cualquier ser vivo después de 2 horas de haber muerto pero como llega a suceder, tanto maestros como compañeros le creían un loco y se mofaban de sus ideas por creerlas disparatadas, locas, absurdas y sin sentido.
El experimento, consistía a grandes rasgos, en utilizar un liquido verde fosforescente en la parte baja de la cabeza, muy cerca de la nuca y acto seguido, empezar con unos cantos – invocatorios de un libro de pasta café, con un cierre ya mucho muy viejo con muchas manchas de moho y una escritura tanto en la portada como en el interior del libro, que al parecer es árabe muy antiguo por halla del siglo VIII [¿sera acaso el fabuloso Necronomicon del árabe loco Abdul Alhazred?], todo esto, es para poder poner de pie al muerto nuevamente sin ningún problema.
Los primeros experimentos que West fueron con animales pequeños con resultados bastante aceptables, pero como todo experimento en una etapa temprana, tuvo ligeros fallos, pero que no eran dañinos para las personas a excepción, de un pequeño gato negro que, en el momento de revivir, nos ataco tanto a mi compañero como a mi, teniendo que matarlo con 6 escopetazos por la fuerza tan descomunal que obtuvo el desdichado animal y, que hasta a la fecha, no se pudo explicar ni West ni yo el por que ocurrió este incidente.
Pero a Herbert ya no le satisfacía experimentar con animales de un tamaño pequeño, ya que decía que había llegado un momento en el que ya los resultados no varían gran cosa, y que era el momento justo de "evolucionar con otro tipo de ser vivo"; según sus palabras, y que ahora, era el momento de intentar con cuerpos de muertos recién fallecidos o, en un dado caso, que tuvieran poco de muertos. Con el paso de los días, West se iba impacientando por no poder conseguir los cadáveres que requería, ya que en la universidad le prohibieron usar cadáveres frescos que llegaban por que solo eran para propósito de estudio de la facultad en general y de los alumnos mismos, y no para proyectos personales como el de mi compañero de carrera.
Inesperadamente, un día cualquiera en la universidad, recibo la idea más disparatada que Herbert West me pudo haber dado nunca y es la de inducir a las personas la muerte misma, para así, utilizarlas en sus experimentos sin embargo, yo lo disuadí para abortar este plan explicando que a lo mejor nos podían atrapar con las victimas en el momento mismo que las matamos, por ende, apresandonos inmediatamente, esperando una sentencia de manera muy dura e inflexible, por lo que, de mala gana y un tanto contrariado por esto, mi amigo acepto la idea, pero no sin antes luchar por esta idea tan descabellada. A los pocos días de esta plática, tuvimos suerte por que tanto a West como a mi, que vivíamos en el mismo departamento [con la intención de apoyarnos en nuestros estudios y experimentos] llego una persona, al parecer era un chino, diciéndonos, con un ingles muy malo por cierto, que había un herido, un afro-americano de los barrios pobres, de gravedad después de una pelea muy reñida de box, por lo que, no perdimos tiempo y, llevándome el remedio y el libro como me había pedido mi compañero de cuarto al lugar de los hechos.
Llegamos a la escena de la pelea clandestina, así que, West pidió que nos dejaran a solas con el moribundo para, según esto, poderlo curar pero al no haber cuartos en este lugar, les comentamos a los hombres que debíamos llevarlo a nuestro supuesto "consultorio" que era en realidad nuestro laboratorio, el cual, ya llevaba unos días de haber sido finalizado, para así, poder llevar a cabo sus experimentos sin ninguna pregunta de los maestros, decanos o cualquier persona de la universidad; que rápidamente entre varios hombres de cuerpo muy fornido lo cargaron y con una agilidad algunas veces vista, lo llevaron en un santiament hasta el sótano del departamento donde estábamos viviendo, dejándolo en la plancha para operar como les ordenado West al llegar aquí e inmediatamente se salieron. Habiendo realizado toda esta maniobra, el siguiente paso fue darle una "muerte asistida" al paciente y, habiendo hecho esto, coloque el libro en la mesa, saque el remedio e inmediatamente Herbert abre por la mitad el libro [y que, por una carta póstuma de West corrobe mis pensamientos de que si era el Necronomicon] y, mientras recitaba unas palabras extrañas le iba inyectando la formula seguido de, un horror que por primera vez sentía, fue que, habiendo recitado e inyectado la formula en el paciente, no ocurrió nada pero, un instante después, el cadáver se levanto con un grito demencial, demoníaco y gutural mientras nos veía a nosotros por lo que salimos lo más antes posible con la copia de ese ínfimo libro y del liquido e inmediatamente incendiamos el lugar para que el monstruo no sobreviviera pero, desgraciadamente no fue así, ya que al día siguiente, encontraron huellas que salían de la casa, huellas que obviamente eran de la horrible cosa que habíamos creado la noche anterior.
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